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Es necesario y urgente un Estado Laico

Grupos laicos se alzan contra la islamización en las escuelas turcas

La policía reprime con dureza las manifestaciones en varias ciudades

 

 “Por una educación laica, científica y democrática”. Con este lema, el sindicato de profesores Egitim-Sen y asociaciones de estudiantes fueron ayer a la huelga en las escuelas públicas de Turquía contra la creciente islamización de los contenidos curriculares y la extensión de la obligatoriedad de las clases de religión a las edades más tempranas, pese a las advertencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La obligatoriedad de la asigna­tura de religión fue establecida tras el golpe de Estado de 1980 para ciertos cursos y ahora el AKP la ha ampliado a los prime­ros cursos de primaria (5-8 años). Sólo podrán quedar exentos de esta asignatura los alumnos cristianos o judíos.

 

Esta es una noticia que recientemente apareció en un periódico nacional.

 

¿Nos suena de algo? ¿Es sólo una barbaridad más de los islamitas? ¡No! Esto ocurre también hoy en nuestro occidental, democrático y católico país, solo que aquí quedan exentos los judíos e islamitas. Y es solamente un ejemplo de las tensiones sociales por la imposición de privilegios de las distintas religiones.

 

El corazón de cualquier Constitución política es la definición del carácter del Estado en el cual la sociedad, por acuerdo común, se compromete a vivir. Por eso, llama la atención en los actuales momentos, la resistencia a lograr la declaración de Estado laico, frente a lo cual se crea un fuerte debate en el que no faltan los absurdos de pretender que se trata de un ataque a todos los creyentes. Resaltando siempre la demagogia del victimismo que con frecuencia utilizan los católicos.

El laicismo, por el contrario, llama a una postura universalista de respeto al pensamiento de cada quien y, particularmente, de su creencia religiosa o del hecho de no tener ninguna, es decir ser ateo. La igualdad de los ciudadanos independientemente de su postura frente al fenómeno religioso, es parte indisoluble de la igualdad ante la ley y de un Estado de Derecho, en el cual la legislación está por encima de los intereses particulares.

El Estado Laico implica además la autonomía del Estado, la independencia entre la ley civil y las normas religiosas o filosóficas particulares, por lo que el laicismo es parte de la soberanía del país. Por el contrario, nos ponemos por debajo de las decisiones de un organismo privado, distinto a los elegidos en votación universal, como es el caso de los organismos que dirigen cualquier culto particular, generalmente de carácter extranjero, como puede ser el caso del país del Vaticano.

Una falsedad repetida es que el laicismo es una imposición. Absurdo, pues permite por el contrario la libertad de conciencia y de cultos, no los impide, no obliga, ni pone uno de ellos por encima de otros, sino que los garantiza, por supuesto siempre y cuando no atenten a los derechos humanos y a las leyes penales, pues no se puede justificar asesinatos, pedofilia, xenofobia, homofobia o segregación por sexos, como si se tratase de un asunto de fe. Así, toda fe religiosa y filosófica, incluyendo las ateas, agnósticas y otras, tendrán la misma posibilidad de expresar su pensamiento, de practicar sus ritos, si los tuvieren, y de sentirse en plena igualdad de condiciones con las demás.

La única igualdad real se puede dar si el Estado se mantiene defendiendo el interés común de todos y sin distinción, pero no en trampas burocráticas de supuesta igualdad que resultan en la sola presencia de la fe mayoritaria, si es que hay un solo catolicismo, islamismo o judaísmo, lo que muchos teólogos han puesto en duda.

La imposición de una creencia frente a otras, es el hilo conductor de guerras, asesinatos, y abusos en general.

Larga es la lista que podríamos exponer en nuestro país y donde si bien los desmanes de la iglesia católica no llegan, en este momento, a casos como el de Charlie Hebdo, su lobby sigue manteniendo la penalización de la blasfemia (le llaman eufemísticamente escarnio), y algunos obispos hacen llamamientos militares contra lo que denominan el avance del laicismo radical, o enfadan a los musulmanes colonizando la Mezquita de Córdoba, convirtiéndola en una catedral católica, ó…

¿Y qué hacen nuestros políticos?

La mayoría pasa de puntillas por este tema, la derecha se opone,  algunos partidos te reciben, escuchan y aplauden… pero cuando sales por la puerta se vuelven a olvidar de la necesidad de la separación Iglesia-Estado, eso es, la declaración de un Estado Laico.

Cómo siempre tendremos que seguir exigiendo nuestros derechos y, este es uno muy importante, al día siguiente de las elecciones.

 

Luis Vega Domingo

Presidente de AMAL-Asociación Madrileña de ateos y Librepensadores

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Ciencia y religión: un oxímoron en la universidad

De nuevo, la manida polémica de las dichosas capillas en la Universidad.

No deja de sorprender la pretensión de la jerarquía eclesiástica y de algunos católicos de relacionar ciencia y religión como si no fuera un oxímoron evidente, como si se tratase de dos categorías complementarias, cuando no equivalentes. Y no menos paradójico es el esperpento de celebrar misa en el espacio público de la universidad, como estamos viendo estos días en la facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.

Todo comenzó en la época del rector Gustavo Villapalos cuando éste firmó el «Acuerdo sobre Asistencia Religiosa Católica», el 20 de diciembre de 1993 con el entonces arzobispo Ángel Suquía,para mantener las existentes y favorecer la apertura de nuevos espacios de culto católico en aquellas facultades donde no había. Como muestra la foto del acto inaugural del edificio de la facultad de Medicina en la Ciudad Universitaria de Madrid poco después del triunfo fascista, la universidad española, como toda España, no ha permanecido separada de la religión oficial. Ni siquiera, como sabemos, durante la Transición, a pesar de la Constitución española.

Fruto de aquellos tiempos son estos lodos. Ningún gobierno democrático, incluidos los socialistas, ha movido un dedo por ejecutar de facto esa separación, tampoco en la Universidad. Ésta, y particularmente la Complutense de Madrid, ha mantenido desde el franquismo una muy cordial relación con la Iglesia Católica, bien a través de sectas integristas como el Opus Dei, los Legionarios de Cristo o Comunión y Liberación, Hazte Oír o Más Libres, u organizaciones de extrema derecha como las extintas Fuerza Nueva o Guerrilleros de Cristo Rey, o las vigentes Alternativa Española, Falange o Democracia Española, entre otras. Relación tan cordial que llega a ser íntima, cuya influencia a través de profesores y autoridades académicas en el mismo rectorado y en determinadas facultades de la Complutense como Derecho, Ciencias de la Información o Educación, ha condicionado durante años muchos planes de estudio y buena parte del discurso académico.

 

La fe como estratagema de inmunización contra la crítica, señalaba Bertrand Russel en Sobre Dios y la religión(Ed.Martínez Roca1992), es la firme creencia en algo de lo que no se tiene ninguna evidencia. Cuando ésta existe, nadie habla de ‘fe’; no lo hacemos al afirmar que la Tierra es redonda, sino sólo cuando queremos sustituir las pruebas por emociones, sustitución que suele desembocar en conflicto”.

En la Universidad pública se enseña conocimiento científico basado en la razón, no en la especulación de la fe o del dogma. No tiene, pues, sentido racional alguno la existencia en su seno de capillas ni otros lugares de culto, ni siquiera como fuente de ingresos, del mismo modo que carecería de razón enseñar en las aulas universitarias astrología, quiromancia o ufología bajo premisas epistemológicas.Cada cosa en su espacio propio: la oración, la fe y los dogmas en los lugares de culto; la ciencia, la razón y el pensamiento en la Academia.

Por ello, creemos que el debate no es si debe haber espacios ecuménicos de culto para uso de cualquier creencia religiosa, o si las capillas deben ocupar otros espacios o si la universidad debe cobrar un alquiler a la autoridad eclesiástica para hacer uso de aquéllos. El debate es si la universidad pública debe dejarse condicionar, como en el franquismo, por los imperativos de las religiones, sea la católica o cualquier otra, y mantener o no su laicidad, donde prime el pensamiento lógico, la docencia, el estudio y la investigación científica. Un debate, en cualquier caso, cuya respuesta no debe dejar ninguna duda si se desarrolla bajo premisas universitarias, académicas y científicas.

Javier Gimeno Perelló | Bibliotecario de la Universidad Complutense de Madrid

Publicado en: http://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/ciencia-y-religion-oximoron-universidad/20140721170406105335.html

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UNA NOVELA DIFERENTE: EL MANUSCRITO NOMENTUM

 

He leído con mucho interés la novela de Juan Romero Sierra «El manuscrito Nomentum». Numerosos son los valores que contiene el libro y me han llamado la atención. En primer lugar, resulta realmente curiosa, y muy poco habitual en novelas recientes, la presentación de escenas de aroma costumbrista en las que se reproduce el habla popular. Consuelo, la asistenta de la familia protagonista, recuerda por momentos a algunos personajes de las novelas de Galdós, pero, en realidad, creo que su principal paralelo es otro.

 

Los diálogos de la «inculta»Consuelo con los miembros «cultos» de la familia protagonista me han hecho recordar a otras conversaciones similares entre don Quijote y Sancho Panza. Y, al igual que ocurre en el Quijote, descubrimos que la sabiduría de Consuelo Panza es mucho más profunda de lo que parece a primera vista, una sabiduría basada en el sentido común que, por desgracia, no se puede aprender en la Universidad.

 

Esta semejanza con un personaje del Quijote me ha llevado a la segunda característica que me ha llamado la atención de «El Manuscrito Nomentum». Podría parecer obvio, pero, en realidad, es algo muy poco común en la mayoría de las novelas de hoy día que caen en mis manos: ¡el autor escribe muy bien!

 

La explicación de este extraño fenómeno se encuentra en el propio libro. Si uno quiere aprender a hacer algo, tiene que contar con buenos maestros. Y, a juzgar por lo que parecen ser las lecturas favoritas de Juan Romero Sierra, sus maestros han sido los mejores.

 

A lo largo de las páginas de «El manuscrito Nomentum» aparecen citados una y otra vez Dante, Séneca, Lucano, Platón, Aristóteles, y otros autores clásicos de otras épocas, como Bécquer, Shakespeare o Cervantes. Por muchos siglos que pasen, hay autores inmortales a los que siempre deberíamos volver si queremos que nuestra formación cultural sea completa. Así lo subraya uno de los personajes de la obra cuando afirma que los clásicos son «por donde hay que empezar a leer».

 

Sin embargo, la admiración por los clásicos no ciega a Juan Romero Sierra, que evita caer en un error muy común: el de suponer que, si un individuo destaca en un campo o una habilidad especial, eso significa que es una buena persona y que todas su opiniones son poco menos que palabra de Dios. El autor nos ofrece el ejemplo de Lucano, cuya obra «Farsalia» alaba solo para, a continuación, lamentar que su comportamiento en vida no tuviera una altura y una dignidad comparable a la de su producción literaria.

 

En otro orden de cosas, el libro refleja el pensamiento del propio autor en lo relativo a varias cuestiones, unas de actualidad y otras más intemporales, pero, en todos los casos, con un denominador común: Juan Romero Sierra no se esconde, y dice con todas las letras cosas que muchos piensan pero que muy pocos se atreven a decir, y mucho menos a poner negro sobre blanco. Citaré varios casos:

 

En varias ocasiones se pone en boca de varios personajes la afirmación de que «Dios no existe». Ignoro cuál es la postura del autor al respecto, pero, en cualquier caso, resulta muy poco frecuente leer estas tres palabras, «Dios no existe».

 

Pero si extraño resulta escuchar esta frase, aún más extraño (y debo decir que gratificante, al menos para mí) resulta leer lo que el autor, a través de sus personajes, opina de la religión en general, y de la Iglesia católica en particular. Desde la página 307 hasta la 440 sobre todo, «El manuscrito Nomentum» nos ofrece una visión panorámica de la historia de la Iglesia, de algunos de sus papas más señalados y de sus vaivenes políticos, dando opiniones favorables o negativas sobre los mismos.

 

Lo dice alto y claro. La Iglesia es creación de Satanás, a quien sirve únicamente. La lista de crímenes cometidos en nombre de la fe, la religión y la Iglesia harían ruborizarse, en comparación, al mismísimo Hannibal Lecter. Y no hace falta remontarse a las barbaridades cometidas por la Inquisición, o las Cruzadas, que costaron la vida a más de veinte millones de personas. Hoy en día, la Iglesia condena la homosexualidad pero tolera, disculpa y encubre la pederastia.

 

La posición crítica del autor ante la conducta de la jerarquía eclesiástica es una cara de una moneda, cuyo reverso es una muy sana conciencia social. Ante la injusticia y las desgracias que contemplamos cada día, no debemos mirar para otro lado ni esperar que las cosas se solucionen solas, sino que debemos empezar cada uno de nosotros en nuestra casa, tal como hizo Gandhi, al que el autor cita con una admiración que comparto sin matices. Pocos hombres de los dos últimos siglos pueden estar a la altura de Gandhi; quizás, Martin Luther King y Nelson Mandela. ¡Que pena que no haya más de estos y, sin embargo, proliferen como champiñones en temporada de lluvia los chorizos, corruptos y mediocres de todo pelaje en puestos de responsabilidad!

 

Como especialista en temas bíblicos, debo reconocer que uno de los aspectos que más me ha interesado de «El manuscrito Nomentum» ha sido que hable de la Biblia. Juan Romero Sierra demuestra un conocimiento muy profundo del texto bíblico, pero, a diferencia del ciego, y en el fondo ignorante conocimiento tan habitual en el clero, muestra un espíritu crítico de lo más sano. La Biblia es parte de nuestro patrimonio cultural, y es necesario leerla para entender de dónde venimos, sin que eso signifique una aceptación ciega de sus presuntas verdades. Quizás sea cierta la afirmación que realiza el autor cuando dice que «Platero y yo» es más obra de Dios que la Biblia.

 

He dejado para el final el tema que constituye el argumento principal y, a mi modo de ver, más interesante del libro. No creo estar destripando nada si cuento que «El manuscrito Nomentum» que da título a este libro es, según la novela, un texto perdido y atribuido a Séneca que demostraría que Séneca y Jesús de Nazaret se habrían conocido de jóvenes en Egipto.

 

El tema vuelve a uno de los motivos de mayor éxito de los últimos decenios: la búsqueda del Jesús histórico. Me vienen a la memoria en especial dos libros: la famosa serie del Caballo de Troya, que JJ Benitez ha estirado como si fuera un chicle, y el best seller mundial «El código da Vinci».

 

Sin embargo, me gustaría señalar una diferencia que considero muy importante entre estas dos obras y «El manuscrito Nomentum».

 

Respecto al Caballo de Troya, me viene a la memoria una frase de una profesora mía que, al referirse a otros compañeros de su departamento en la facultad, decía: «Yo de mis compañeros no hablo mal; ahora bien, de las alimañas… ».

 

Pues bien, parafraseando a mi profesora, y sintiéndome en este caso tanto escritor como especialista en temas bíblicos, diría refiriéndome a JJ Benitez: «Yo de los compañeros de profesión no hablo mal; ahora bien, de los ignorantes… ».

 

El caballo de Troya es una presunta reconstrucción fidedigna del Jesús histórico en la que se pueden apreciar errores de trazo bastante grueso, además de la aportación, típica de Benitez, de unos cuantos extraterrestres aquí y allá que dan colorido al relato pero que nos alejan definitivamente de cualquier pretensión de rigor histórico dentro de una obra de ficción.

 

El caso de «El código da Vinci» me parece diferente. Dan Brown muestra un amplio conocimiento de la literatura apócrifa de los primeros siglos del cristianismo, pero tergiversa conscientemente su contenido para crear una ficción comercialmente atractiva. Ya sabemos que «poderoso caballero es don Dinero».

 

Sin embargo, el caso de Juan Romero Sierra en «El manuscrito Nomentum» es diferente, porque, a diferencia del autor del famoso caballo troyano con extraterrestres, no es un ignorante, y, a diferencia de Dan Brown, no sacrifica el rigor científico para crear una trama de ficción.

 

Los conocimientos del autor tanto sobre los evangelios como sobre Séneca hacen que la trama resulte no solo creíble, sino posible. Y ahí radica, en mi opinión, uno de los mayores atractivos del libro: su verosimilitud.

 

Por las razones expuestas, y otras, que sería prolijo enumerar, «El manuscrito Nomentum» es, y concluyo, una historia que no solo atrapará y emocionará a quien la lea, como no solo me atrapó y emocionó a mí apenas iniciada su lectura.

 

Javier Alonso López – Filólogo, Biblista e Historiador.

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Discurso del presidente de la UAL en Estrasburgo

Amigas y amigos:

La grave crisis económica que estamos sufriendo ha provocado  un pánico terrible en los ciudadanos y ciudadanas que nos ha traído la pérdida de valores republicanos, como las libertades públicas y democráticas del derecho a la discrepancia, del derecho al librepensamiento y del derecho a la libertad de manifestación.

La pretensión de que el pensamiento único es una ventaja debe ser combatido con todas nuestras fuerzas. Lamentablemente, las diversas religiones, tan deseosas del pensamiento único, el suyo por supuesto, están intentando progresar en este contexto de crisis ofreciendo sus mágicas respuestas, que no soluciones, a aquellos y aquellas que no hemos sabido, o no hemos podido, arrastrar hacia el racionalismo y la laicidad.

La laicidad supone siempre el respeto hacia el pensamiento de los demás, por eso da tanto miedo a la derecha política y económica y a las religiones, especialmente a las llamadas “de libro”: los judíos, los cristianos y los musulmanes. Sus dogmas son tan frágiles que no resisten el debate racional y público, prefieren las dictaduras y los pactos con el poder.

Aquí tenemos un ejemplo de los pactos entre la religión y el estado, el llamado concordato, acuerdo entre una fantasmagórica e inexistente “Santa sede” y Francia, solo se mantiene vigente en Alsacia y Mosela, en el que la iglesia obtiene todas las ventajas y no da nada a cambio, excepto quizás rezar para que los políticos que le apoyan vayan al cielo, que precio más bajo!!!

La Iglesia católica, que tiene un dios que es uno y trino (tres) a la vez, defiende la unidad y la separación al mismo tiempo, intentando ocupar todos los espacios y estar siempre en el bando de los vencedores. Nosotros solo aceptamos la unidad libre y democráticamente aceptada por los pueblos. La diversidad, que es un elemento social enriquecedor, debe ser protegida.

La unidad es buena cuando es respetuosa con la diversidad. El librepensamiento es el derecho a la concurrencia de diversas ideas que pueden ser complementarias o simplemente compatibles, la laicidad es el respeto a las ideas, a todas las ideas sin excepción, pero sin permitir que una se imponga de forma irracional a las demás y la democracia es el mecanismo para vivir en comunidad sin hacer desaparecer a los que discrepan, sino más bien aprovechando todo aquello que nos ofrece la capacidad de pensar racionalmente, que  nuestro cerebro, producto de una evolución de millones de años, sea capaz de producir en bien de la comunidad.

Pero todos tenemos derecho a decidir nuestro futuro, individual y colectivamente, sin aceptar las imposiciones de creencias y dogmas que no tienen otro fundamento que la supuesta opinión de unos dioses que nunca dan pruebas de su existencia. Las religiones, y en  nuestro caso la católica, siempre desea privilegios como los que tiene aquí, en contra de los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos y ciudadanas, confundiendo a la gente mediante la manipulación de lo que son las virtudes republicanas de libertad de conciencia, laicidad y democracia, colocando como derechos sus privilegios en educación, ejercito, etc.  y viviendo del dinero público

 

En España estamos trabajando, entre otros aspectos, en la derogación de la ley de Libertad Religiosa, favorecedora de los privilegios de la iglesia católica, y su sustitución por una  ley de Libertad de Conciencia que realmente ponga la laicidad en el centro de la sociedad. Será una batalla larga y difícil, pero al final la ganaremos.

También estamos impulsando una reforma del código penal para que sea suprimido el delito de blasfemia. Se ha elaborado una propuesta de texto y pronto será presentada a diversos partidos políticos para que la gestionen. También será una batalla difícil, pero la ganaremos.

La derogación del concordato de Alsacia y Mosela seguramente también será una batalla difícil, pero estoy seguro que también la ganaremos.

Como aun gritan los jóvenes, hoy ancianos, que participaron en la brigadas internacionales, durante la guerra de España y en la guerra de liberación del nazismo de Francia:  “VIVA LA LIBERTAD”

 

Estrasburgo, 4 de mayo de 2013

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¿LA VUELTA DEL NACIONALCATOLICISMO?

En los primeros días de diciembre de 2012 hemos conocido el 2º Borrador de la LOMCE que pretende resolver todos los males de nuestro sistema educativo y colocar de nuevo la calidad como eje emblemático de esta nueva reforma educativa. Como docente ya alejado de las aulas de Secundaria desde 2010 ya no tengo que juzgar esta ley desde la trinchera ni desde la indignación de lo inmediato, sino que puedo colocarme a cierta distancia crítica de esta nueva norma legal y tratar de pensar en el trasfondo ideológico que creo percibir en ella.

En la historia de la Europa medieval hubo un lema francés que siempre me ha gustado por su simplicidad y rotundidad. La católica Francia del Medievo expresó muy bien cuál era el proyecto político y cultural de la monarquía francesa y, por extensión, de todas las monarquías católicas de la época. La frase francesa era “Un roi, une loi, une foi”  (un rey, una ley y una fe) y su significado fue destruido y su legitimidad revocada en el Edicto de Nantes de 1598 que puso fin a las guerras civiles entre protestantes (hugonotes) y católicos y que duraron todo el siglo XVI.

En el caso español no tenemos una frase de este estilo, pero a lo largo del siglo XX, por no retroceder a épocas anteriores, ha habido frases emblemáticas que han significado el enaltecimiento de una triste mixtificación.  Los que hemos nacido bajo la dictadura franquista sabemos que la escuela en la que nos educamos, retratada magistralmente en el libro “El florido pensil”, se decía con frecuencia que España era “Una, grande y libre” y que el hombre era “portador de valores eternos”. Estas y otras lindezas constituyen el núcleo de la educación nacional-católica, una burda amalgama de formación política denominada entonces “Formación del Espíritu Nacional” y de la “Religión y Moral católica”. Estas dos materias nos adoctrinaron o lo intentaron hacer durante los grises años del franquismo a todos los niños y niñas de España. Pero con muchos de nosotros no lo consiguieron, a pesar de intentarlo con todas sus fuerzas.

En diciembre de 2012 un señor Ministro de Educación llamado José Ignacio Wert, palabra que en alemán significa “valor”,  ha tenido la osadía, que no el valor moral, de plantear un proyecto de ley denominado LOMCE, que vuelve a los mismos principios de la escuela del nacionalcatolicismo: unidad uniformizadora, segregación por razón de dinero y género, privilegios inadmisibles para la Iglesia católica y mercantilización general del derecho a la educación. Y uno se pregunta asombrado si estamos retrocediendo en el tiempo o es que los políticos del PP ya no viven en el presente sino que están anclados en el pasado más reaccionario de nuestro país.

Me interesa destacar solamente un punto de enorme retroceso en este proyecto de ley educativa. Me refiero a la alternativa que han impuesto los obispos en la enseñanza pública de una alternativa en 4º de la ESO a la religión y moral católica. Sus eminencias episcopales, no contentas con que la religión esté presente en todas las etapas y en todos los cursos de la Primaria y de Secundaria, han conseguido que el monaguillo del MEC haya introducido la alternativa de los “Valores éticos” como opción obligatoria y evaluable para todos los que no desean asistir a la clase de religión. Para los que llevamos años militando en organizaciones laicistas y estamos convencidos de que la laicidad es la única salida posible al hecho multicultural de nuestro país, es un gravísimo error y una injerencia inadmisible de la jerarquía católica en un Estado aconfesional y laico como el español.

Más allá de las posiciones morales y religiosas que cada cual pueda sostener, lo que es intolerable es que se cree una obligación jurídica y una prescripción curricular en torno a los valores éticos para aquellos alumnos que optan por no recibir enseñanza de religión y moral católica. Esta normativa es totalmente errónea desde varios puntos de vista.

En primer lugar, desde la filosofía moral que preconiza una formación ética común para todos los seres humanos basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En ese código ético universalizable se encuentra ya un patrimonio común para todos los seres humanos, basado en la igual dignidad, en su racionalidad y en sus derechos y libertades fundamentales. La religión no se debe oponer bajo ningún concepto a esa fuente universal de moralidad y de dignidad humana; por eso, filosóficamente es un error la posición sostenida por el episcopado español en ese punto.

En segundo lugar, desde el punto de vista pedagógico es otro error  configurar en el ámbito educativo dos grupos de alumnos que reciben valores morales distintos y en muchas ocasiones contrapuestos. Los profesores de religión y moral católica están en la educación pública gracias a un nombramiento episcopal y realizan según la Iglesia católica una “missio canonica”, aunque les paga el Estado. Es decir, su status es bastante especial desde todos los puntos de vista. No tienen libertad  de cátedra, tienen que adoctrinar al alumnado, deben catequizarlo y están obligados a seguir la doctrina oficial de la Iglesia; de lo contrario, como se ha visto en numerosos casos, pueden ver rescindidos sus contratos laborales, ya que no son funcionarios públicos. Por lo tanto, enseñan en sus clases de moral católica unos valores morales que en muchos casos son incompatibles con la libertad exigida en los Derechos Humanos.

Por último y yendo al fondo de este problema que es político y jurídico, cabe preguntarse por qué se mantiene la clase de religión en su versión confesional en las escuelas e institutos públicos de toda España cuando nuestro ordenamiento constitucional afirma que el Estado en España es aconfesional. En una sociedad multicultural como la española, en la que existe un pluralismo cultural, moral y religioso en las aulas y fuera de ellas, es ya hora de que se revisen los Acuerdos entre el Estado español y el Estado Vaticano y no se siga considerando el status de la asignatura de Religión católica como equivalente a las asignaturas fundamentales del curriculum, porque sencillamente no lo es; además, esos Acuerdos de 1979 son un claro ejemplo del mantenimiento de ciertos  privilegios a la Iglesia católica, algo que es contrario al espíritu y a la letra de la Constitución (Artículo 16.3).

 

Luis María Cifuentes, Catedrático de Filosofía

Enero 2013

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Las cinco vias de santo tomas de aquino

Un intento de demostrar la existencia de Dios
Presentación
Tomás de Aquino (1224-1274), fraile dominico que vivió en lo que actualmente
es Italia, está considerado un destacado teólogo y muy importante doctor de la
Iglesia Católica Romana. Fue canonizado 49 años después de su muerte. Su
pensamiento formó parte de la férrea ética de su época y siglos posteriores,
donde la religión era el centro indiscutible de toda actividad o pensamiento.
Aquino aplicó a la Teología Católica Romana el sistema de lógica y razón de
Aristóteles, filósofo griego que vivió en el siglo IV antes de Cristo. Tomás
estableció el sistema llamado “Tomismo”, el cual representa aún la Teología
básica de la antedicha Iglesia Católica Romana.

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La santa roba-niños

                          Según ha testificado ante el juzgado una madre, Sor María le robó su hijo con la amenaza de denunciarla como pecadora (lo que entonces era condenarla a gravísimas penas), mientras que, como ha declarado también ante el juez el adoptante, la monja le entregó la creatura mintiéndole, diciendo que provenía de una mujer sin recursos.
                          Sor María dice ante la prensa que le repugna separar a un hijo de su madre, pero se niega a declarar ante el juez para aclarar lo sucedido. La explicación de esta directa contradicción es tan sencilla como terrible. Porque le repugna, sí, excepto para castigar a una pecadora y proporcionar a su hijo una educación cristiana. Sor María se considera sin duda una mártir, a la que un juez y una sociedad paganizada no pueden comprender, encerrándose en un desdeñoso silencio, apoyada como está por otros tan fanáticos como ella, que la veneran como una santa.
                         Hay gente buena y gente mala; pero hay formas religiosas que llevan a que gente que se cree buena llegue a perpetrar verdaderos crímenes, sacrificios humanos. Aquí hay una línea marcada en un libro sagrado que lleva, desde un Abraham que, creyéndose inspirado por Dios, estaba dispuesto a matar a su propio hijo, hasta los genocidios que el “pueblo elegido” ha realizado hasta el día de hoy cuando ha podido, incluida su vertiente cristiana, con sus cruzadas, al grito de “¡Dios lo quiere!”. En España, su fanatismo inhumano todavía mantiene enterrados en las cunetas a las víctimas de su odio, y a no pocos hijos, separados de sus madres.
M. Sagrera , religiólogo.

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