Grupos laicos se alzan contra la islamización en las escuelas turcas
La policía reprime con dureza las manifestaciones en varias ciudades
“Por una educación laica, científica y democrática”. Con este lema, el sindicato de profesores Egitim-Sen y asociaciones de estudiantes fueron ayer a la huelga en las escuelas públicas de Turquía contra la creciente islamización de los contenidos curriculares y la extensión de la obligatoriedad de las clases de religión a las edades más tempranas, pese a las advertencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
La obligatoriedad de la asignatura de religión fue establecida tras el golpe de Estado de 1980 para ciertos cursos y ahora el AKP la ha ampliado a los primeros cursos de primaria (5-8 años). Sólo podrán quedar exentos de esta asignatura los alumnos cristianos o judíos.
Esta es una noticia que recientemente apareció en un periódico nacional.
¿Nos suena de algo? ¿Es sólo una barbaridad más de los islamitas? ¡No! Esto ocurre también hoy en nuestro occidental, democrático y católico país, solo que aquí quedan exentos los judíos e islamitas. Y es solamente un ejemplo de las tensiones sociales por la imposición de privilegios de las distintas religiones.
El corazón de cualquier Constitución política es la definición del carácter del Estado en el cual la sociedad, por acuerdo común, se compromete a vivir. Por eso, llama la atención en los actuales momentos, la resistencia a lograr la declaración de Estado laico, frente a lo cual se crea un fuerte debate en el que no faltan los absurdos de pretender que se trata de un ataque a todos los creyentes. Resaltando siempre la demagogia del victimismo que con frecuencia utilizan los católicos.
El laicismo, por el contrario, llama a una postura universalista de respeto al pensamiento de cada quien y, particularmente, de su creencia religiosa o del hecho de no tener ninguna, es decir ser ateo. La igualdad de los ciudadanos independientemente de su postura frente al fenómeno religioso, es parte indisoluble de la igualdad ante la ley y de un Estado de Derecho, en el cual la legislación está por encima de los intereses particulares.
El Estado Laico implica además la autonomía del Estado, la independencia entre la ley civil y las normas religiosas o filosóficas particulares, por lo que el laicismo es parte de la soberanía del país. Por el contrario, nos ponemos por debajo de las decisiones de un organismo privado, distinto a los elegidos en votación universal, como es el caso de los organismos que dirigen cualquier culto particular, generalmente de carácter extranjero, como puede ser el caso del país del Vaticano.
Una falsedad repetida es que el laicismo es una imposición. Absurdo, pues permite por el contrario la libertad de conciencia y de cultos, no los impide, no obliga, ni pone uno de ellos por encima de otros, sino que los garantiza, por supuesto siempre y cuando no atenten a los derechos humanos y a las leyes penales, pues no se puede justificar asesinatos, pedofilia, xenofobia, homofobia o segregación por sexos, como si se tratase de un asunto de fe. Así, toda fe religiosa y filosófica, incluyendo las ateas, agnósticas y otras, tendrán la misma posibilidad de expresar su pensamiento, de practicar sus ritos, si los tuvieren, y de sentirse en plena igualdad de condiciones con las demás.
La única igualdad real se puede dar si el Estado se mantiene defendiendo el interés común de todos y sin distinción, pero no en trampas burocráticas de supuesta igualdad que resultan en la sola presencia de la fe mayoritaria, si es que hay un solo catolicismo, islamismo o judaísmo, lo que muchos teólogos han puesto en duda.
La imposición de una creencia frente a otras, es el hilo conductor de guerras, asesinatos, y abusos en general.
Larga es la lista que podríamos exponer en nuestro país y donde si bien los desmanes de la iglesia católica no llegan, en este momento, a casos como el de Charlie Hebdo, su lobby sigue manteniendo la penalización de la blasfemia (le llaman eufemísticamente escarnio), y algunos obispos hacen llamamientos militares contra lo que denominan el avance del laicismo radical, o enfadan a los musulmanes colonizando la Mezquita de Córdoba, convirtiéndola en una catedral católica, ó…
¿Y qué hacen nuestros políticos?
La mayoría pasa de puntillas por este tema, la derecha se opone, algunos partidos te reciben, escuchan y aplauden… pero cuando sales por la puerta se vuelven a olvidar de la necesidad de la separación Iglesia-Estado, eso es, la declaración de un Estado Laico.
Cómo siempre tendremos que seguir exigiendo nuestros derechos y, este es uno muy importante, al día siguiente de las elecciones.
Luis Vega Domingo
Presidente de AMAL-Asociación Madrileña de ateos y Librepensadores