Beato Wojtyla: el viernes, milagro
La beatificación de Juan Pablo II el pasado 1 de mayo es ilustrativa de la situación de la Iglesia en el mundo actual. Según el historiador Roberto Rusconi, la estrategia de fabricar santos tiene un objetivo: «Los santos son la proyección de la imagen que la Iglesia quiere dar de sí misma en un cierto momento de su historia. Cada beatificación es, pues, un acto político». La inusitada rapidez con la que se ha llevado el procedimiento (hay quien habla de beatificación precoz) nos dice que la jerarquía católica actual tiene un interés desmedido en exponer ante el mundo, de manera muy «mediática», a quien considera todo un ejemplo de santidad poco discutible. Un récord más para Wojtyla, el Papa que más horas ha pasado en un avión, que más multitudes ha atraído…
Sin embargo, ya han salido los aguafiestas dentro de la propia Iglesia: hace unos días 50 destacados teólogos alemanes se pronunciaban contra la beatificación de Juan Pablo II por considerar que «traicionó» a la población más pobre de Latinoamérica cuando no apoyó al arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero un año antes de que lo asesinaran. En cambio, sí que fue cercano a los grupos más conservadores del catolicismo, como el Opus, los Kikos, Lumen Dei, Comunión y Liberación, Schoenstatt y los Legionarios de Cristo (el Papa encubrió los abusos sexuales de su líder, Marcial Maciel). También se cuestiona la actitud que tuvo como Papa en el manejo de los casos de pederastia cometidos en el seno de la Iglesia. El teólogo Hans Küng ha criticado duramente la beatificación de Juan Pablo II al considerar que fue un pontífice con un grave «lado oscuro», «intolerante e indispuesto al diálogo», que practicó «un magisterio autoritario con el que reprimió los derechos humanos de las mujeres y los teólogos».
Yo destacaría además en el currículum de Juan Pablo II que encargó el último Catecismo de la Iglesia. Según el teólogo Javier del Ángel de los Santos, «para mantener la moralina pseudomística y tradicionalista de un cristianismo desfasado con los retos planteados por la (post)modernidad». Baste recordar que en el Catecismo aparece como evento clave ¡el pecado de Adán y Eva!, que arrastramos como «pecado original», y que hizo necesaria la venida de Jesús…
Podríamos seguir haciendo memoria de méritos, pero baste recordar la inmisericorde posición del Papa polaco respecto a los condones y el SIDA: al beato Wojtyla le preocupó mucho más la imposición urbi et orbi de su pacata moral que la muerte y el sufrimiento de millones de personas: de nuevo cifras de récord. Si bien hay que reconocer que esa miopía moral no era una novedad en la Iglesia y que con el Papa actual las dioptrías han aumentado.
Pero lo que más sorprende es que no es ningún aspecto relacionado con la bondad del Papa lo decisivo a la hora de certificar su beatitud, sino su capacidad de realizar, Dios mediante, un milagro. Ésta es la clave, pues el milagro viene a ser como el refrendo divino («la voz de Dios», se dice) de la beatitud. Notable refrendo, por cierto, pues supone ni más ni menos que violar las leyes de la Naturaleza que, según los creyentes, el propio Dios impuso. Estas leyes las estudia la ciencia, que ante los milagros se queda como la tonta del bote: siendo su tarea la de intentar explicar el mundo natural mediante causas naturales, se le dice que aquí no, que hay cosas que no puede explicar (lo que es verdad)… ¡ni podrá explicar nunca! Pues la cuestión queda así de cruda, entre tetas o sopas: o ciencia, o milagros.
El milagro que valida la beatitud de Juan Pablo II consiste en la curación «inexplicable» de una monja francesa que padecía la enfermedad Parkinson y que despertó sana el 3 de junio de 2005, viernes. No es por menospreciar la dolencia de la monja, pero mira que pasan cosas graves en el mundo para intervenir… Habrá quien diga que en el cielo no quedaban gafas para corregir la miopía moral con la que llegó. También se ve que estando vivo carecía del poder para curar el Parkinson, pues él mismo no se sanó: de hecho, esta aparente ironía debe ser un signo, así nos damos cuenta de que «ahora» es cuando goza de prerrogativas divinas. No importa que en este caso algunos médicos, como el neurólogo polaco Grzegorz Opala y Gurutz Linazasoro, director del Centro de Investigación de Parkinson de la Policlínica Gipuzkoa de San Sebastián, no acepten el diagnóstico: a veces se consideran como Parkinson otras enfermedades que en ocasiones remiten espontáneamente. No importa que entre las curaciones milagrosas que se proclaman nunca se pueda verificar algo realmente claro, pero poca cosa para el poder de Dios, como el crecimiento de una pierna amputada; lo más que se ha podido demostrar con rigor son curaciones muy raras e inexplicadas (aún) por la ciencia de algunas afecciones (no un verdadero Parkinson)… aunque estas curaciones se dan en creyentes de diversas confesiones ¡y hasta en ateos! Lo que importa es la fe, pues si no ya me dirán cómo se puede estar seguro de que el supuesto milagro se deba a la intercesión de Juan Pablo II: ¿no se le escaparía a la monja en cuestión un recito a un santo, o a la Virgen, y sería quien respondió?; además, el viernes del milagro era la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús: ¿no actuaría Éste en persona en un día tan señalado? Olvidemos las preguntas incómodas. Ya lo ha dejado claro recientemente el arzobispo de Granada, Javier Martínez: la ciencia es peligrosa y la razón a lo que conduce es a los botellones.
Juan Antonio Aguilera Mochón Profesor de la Universidad de Granada
El Universo real. Por Antón Layunta.
Por Albert - archivo, colaboraciones, ual - 3/May/2011
Al cumplir el primer decenio del siglo XXI la sorprendente afirmación del sabio –“sólo se que no se nada”- sigue estando totalmente vigente a pesar de todo lo andado desde entonces.
Por un instante imaginemos que todo el conocimiento humano acumulado hasta hoy es un grano de arena. Desde ese nivel de conocimiento es del todo imposible intuir el infinito desierto en el que ese grano de arena insignificante está implicado. Y, hasta hoy, no haber llegado a intuir esa inimaginable dimensión, que sepamos, no ha interferido para nada en el imparable proceso cósmico en el que irremediablemente estamos implicados aún sin necesidad de comprenderlo.
Desde aquel exacto momento en que aquel veraz sabio de la historia expresó su sincera afirmación hasta hoy que en los aspectos fundamentales aún estamos allí mismo, han pasado sólo dos o tres mil años.
En este tiempo y ante la evidencia de no lograr saber, algunos intrépidos decidieron ingeniarse su propia Verdad. Total quien la iba a contrastar.
Más o menos fue así como surgió la opción monoteísta y con ella desaparecieron los ancestrales chamanes adoradores de la naturaleza, del sol, la luna, el agua, o de los animales que les alimentaban. En su lugar aparecieron profetas, hijos de divinos y auto proclamados sumos servidores del único díos en la Tierra; el hombre.
Desde entonces y durante más de veinte siglos, los que prometían amor y se presentaban como justos, esos nuevos dioses de imagen humana, nos han dejado malas consecuencias. La imposición de únicas verdades. La ética de la violenta intransigencia. A través de sus servidores, divididos en mil cismas, su modelo social de convivencia ha consentido el maltrato de la Naturaleza y la negación de nuestra propia condición en pos de una antinatural uniformidad de la vida.
Han sido miles de años perdidos. Guerreando por ver cual de ellos era el más verdadero, el dios más poderoso. Sus representantes aquí en la Tierra todavía hoy hacen gala de ser fervientes seguidores de unos libros que ellos califican como sagrados y que entre otras claras descalificaciones científicas tienen la de ser unos escritos que no reflejan que la Tierra sea redonda o que el sol es el centro del sistema solar, por poner dos ejemplos sencillos.
En esos libros no figuran conceptos como galaxia, agujero negro, antimateria,… no hablan de ADN, células madre, átomos de carbono, o cuerdas del universo.
Hablan de paz y amor, eso sí, pero después de una concatenación de guerras santas, exterminio de herejes e ilegítimas condenas a científicos progresistas, seguimos todos en aquel mismo lugar. Sabiendo que no sabemos nada, exactamente igual que hace dos o tres mil años.
La consecuencia de todo este tiempo mal guiados por ellos y sus divinos representantes ha sido nefasto para la vida en la Tierra. El aire y el agua contaminados, calentamiento del planeta, deforestación, extinción de formas de vida biológica y exterminio de millones de seres vivos a veces sólo por ser considerados herejes. Han aumentado los míseros y los poderosos cada vez lo son más globalmente.
El mundo está exactamente al revés de lo que prometían los libros sagrados de los monoteístas hace miles de años. No hay amor por el prójimo. No hay perdón para el diferente. No hay paz. No hay caridad. Y lo que es peor, no hay esperanza de que uno de esos dioses por medio de sus santos servidores consiga el milagro de reconducir la situación a corto o medio plazo. Más bien parece que al contrario. Cada vez se radicalizan más y se alejan más y más de la imparable realidad. La del Universo real en el que todos estamos vivos ahora. En este mismo instante en el que leemos estas palabras. Ese si es el universo real.
Yo creo que, en el nombre del judaísmo, de los dos grandes escindidos y de sus infinitas disidencias, en el nombre de todos ellos ya se ha destruido suficiente.
Todo lo que en nuestro pequeño grano de arena hemos llegado a comprender y manipular ha resultado destructivo. Mejor no entender más y poner en peligro el cosmos.
La invención del telescopio y el microscopio, entre otros adelantos, nos ha ido poco a poco dando respuestas. Con ese acceso directo a la información muchas de las historias misteriosas y sagradas se han ido convirtiendo en simples fábulas que la Tradición, y en demasiados casos el miedo, siguen aún hoy manteniendo vigentes en la atemorizada vida cotidiana de millones de personas en el planeta.
Razonemos ¿Es necesario que una célula sepa que forma parte del cuerpo de un gran elefante para que el paquidermo goce de una vida satisfactoria? ¿Es preciso que dicha célula llegue a entender algún día en que consisten las necesidades vitales del inmenso animal al que necesariamente está vinculada junto a miles de billones de otras células como ella?
Estaremos de acuerdo que la suerte final de un elefante está marcada por factores que no dependen de la intervención de una única célula. Lo sabemos de cierto porque los elefantes no son unicelulares.
Una célula sólo necesita estar capacitada para cumplir con su cometido; ser célula. El cosmos únicamente espera de ella que escrupulosamente realice el ciclo vital individual que tiene genéticamente marcado. Eso es lo único que en la vida ha de hacer bien cualquier célula.
Aceptémoslo, entender la razón final no ha estado, ni estará nunca, al alcance de nadie que sea tan limitadamente humano como nosotros mismos.
Hemos de volver a ser humildes y reconocer que el proceso del cosmos ya funcionaba mucho antes de nuestra existencia. Incluso millones de años antes de que alguien supiera escribir y se le ocurriera difundir primero e imponer después cualquier ingeniosa Verdad.
Saber que toda la variedad de vida que observamos en el planeta tiene un plan coherente de nacimiento, de crecimiento y reproducción, saber que toda esa diversidad además está indivisiblemente interrelacionada, saber cosas como estas es lo que nos debe dar esa tranquilidad que llamamos “de espíritu”. Seguro que si hubiera dependido de los seres humanos o de sus dioses crear algo así, la vida nunca hubiera existido. Ni de milagro.
Para acabar propongo imaginar dos opciones. Primera, una célula que se auto proclama dios y se atribuye la creación del elefante. Segunda opción, una célula que no sabe en que tipo de suceso está incluida y reconoce que Todo tiene un orden que no se alterará porque ella no esté al corriente.
Yo evidentemente he elegido la segunda opción. Lo hago convencido de que pensando así, dentro de tres mil años las cosas serán más racionales, más acorde con las diferentes formas de vida en el planeta y con las leyes que sostienen toda esa vida.
Además, la ausencia de rivalidades religiosas nos permitirá descubrir que todos somos diversamente iguales en el mismo Universo real.
El nuevo Beato
Por Albert - archivo, colaboraciones, ual - 2/May/2011
El corresponsal de Le Monde en Roma, Philippe Ridet escribe el 28 de abril que San Pedro del Vaticano es un cementerio; que 148 papas han decidido pasar su eternidad dentro de las grutas vaticanas: bajo la basílica, o bien, después de su beatificación, dentro de una capilla de la propia basílica. Y que esto último pasará, a partir de este próximo domingo 1 de mayo, a los despojos mortales de Juan Pablo II, donde serán allí enterrados, cerca de la conmovedora Pietà de Miguel Angel. Y, en otro momento, dicho corresponsal se pregunta: ¿crisis de alojamiento o acto político?
Y es que, para ceder un puesto al nuevo bienaventurado ha sido necesario desplazar, desde el pasado 7 de abril, los restos de otro papa allí presente; es Inocencio XI (1611-1689), beatificado por Pío XII en 1956 -destacó aquel papa por razón de su papel, dice Ridet, en la batalla de Vienne, que en 1683 paró el avance turco sobre la Cristiandad-. Pero nunca jamás -añade con matiz irónico el periodista- un soberano pontífice había sido echado fuera de su lugar por otro.
¿Qué está ahora pasando? -nos podemos preguntar nosotros-. ¿Será sólo la presión popular, tras la muerte del papa polaco, de aquel grito multitudinario Santo, subito! ? Creo que, en este caso (más todavía que en todos los demás), habríamos de pensar que aquí se trata, más aún que en los demás casos, de un acto político.
En los primeros tiempos, la Iglesia fabricaba sus santos, por aquí y por allá, teniendo en cuenta sus martirios y bajo la égida de los obispos del lugar. Luego vino “la confiscación de la autoridad episcopal por parte de la Iglesia Romana, que fortifica su propia autoridad espiritual y temporal” -dice el historiador Roberto Rusconi, autor de Santo Padre (no traducido)-. ¿Y a qué sirve entonces la estrategia de fabricar santos? Valgámonos de nuevo de una frase sacada de algún otro lugar en Rusconi: “Los santos son la proyección de la imagen que la Iglesia quiere dar de sí misma en un cierto momento de su historia. Cada beatificación es, pues, un acto político”. Bajo esta luz, podríamos citar la canonización, en 1622, de San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden de los jesuitas y que ratifica el triunfo de la Contrarreforma. Si bien son más paradigmáticas aún las infinitas beatificaciones lanzadas en masa por Juan Pablo II, con su clara opción por un bando en los mártires de la Cruzada; pero dejemos aquellas beatificaciones y vayamos a la otra: la que su propio sucesor y amigo, Benedicto XVI, va a hacer de aquel tan prolífico beatificador.
El frenético proceso de beatificación que pasado mañana se consuma, empezó pocas semanas después de la muerte del papa Wojtyla cuando su amigo y protegido Ratzinger anunció en latín la derogación “ad personam” de las normas canónicas que obligan a esperar cinco años desde el momento de la muerte para abrir una tal causa. ¿Por qué tal excepcionalidad –respecto a propias normas canónicas-? Según el vaticanista Filippo di Giacomo “la causa se abrió en la diócesis de Roma por motivos poco claros y se ha limitado a analizar los 27 años del pontificado de Wojtyla [es decir, la vida pública de un ídolo mediático al servicio de una determinada política] y no su vida anterior” ¿Será, quizás, una opción a favor de la citada fiebre beatificadora de quien creó tantos beatos y santos como todos sus predecesores juntos y, generalmente, todos de un mismo bando?
Otros, en cambio, creen que es más orientadora una ulterior explicación -véase Miguel Mora (El País, 15-I-2011)-: “Contribuirá a difuminar las sospechas de que el papa polaco y sus colaboradores más cercanos [y el más fiel, el propio Ratzinger] conocían los crímenes cometidos por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, pederasta y corruptor de la curia de Wojtyla, de quien fue asesor principal para América Latina”. Similar opinión puede observarse en Bedoya (véase su artículo en la misma página de Mora): “En el caso de Marcial Maciel, Fundador de los Legionarios de Cristo, podría hablarse incluso de encubrimiento si no resultara cruel decirlo de quien va a ser beato…” Volviendo a Miguel Mora, éste cita a los principales promotores de la beatificación: al exportavoz de Wojtyla, Joaquín Navarro Valls, miembro del Opus Dei y, sobre todo, al exsecretario privado de Wojtyla, Dziwisz, arzobispo de Cracovia. Se podría tirar más aún de este hilo y la relación de estos personajes promotores. Si alguien se atreve a hacerlo, superando un hipotético miedo a que se hundiera su propio sistema de seguridades en aras de descifrar la verdad, puede hurgar en mi artículo “La gran ocultación de la pederastia y dónde hallar al ocultante” (localizable en: ateus.org -y luego, pulsando sobre artículos y publicaciones-).
Bedoya concluye, volviendo a Ratzinger: “Eran muy amigos y compartieron complicidades durante décadas, hasta hacerse muy ancianos, así que no ha de extrañar que se considerasen mutuamente elegidos de Dios en una misión de combate contra el modernismo del momento, llamado ahora laicidad y relativismo. Es decir, unos benditos”.
Respecto a pensadores cristianos y teólogos, Bedoya decía unas líneas antes: “Juan Pablo II resucitó la siniestra Inquisición pese a haberla clausurado el Concilio Vaticano II y puso al frente a un policía de la fe que ha descabezado sin contemplaciones a la mejor teología de los últimos siglos. Se llamaba Joseph Ratzinger, ahora papa Benedicto XVI”.
Claro que no es ningún misterio que el papa Wojtyla fuera elegido en un cónclave tras haber ido a postrarse ante la tumba de Escrivà de Balaguer en Roma. Y tampoco es ningún misterio que tras la “misteriosa” muerte de Juan Pablo I, el mando y dirección de la Iglesia fuese tomado por el bando “perdedor” del Concilio Vaticano II -quien desee conocer más detalles sobre este particular, puede leer en el mismo lugar informático, ateus.org (pulsando sobre mis artículos: “¿Por qué matar a Juan Pablo I?” y también, “El papel de la Iglesia en la alargada sombra de la Cruzada”).
Volvamos al malestar de los teólogos y a aquella su persecución que denunciaba Bedoya. En El País de 5-II-2011, su corresponsal desde Berlín, Laura Lucchini dice: “Un total de 144 teólogos de habla alemana han firmado un manifiesto que pide reformas urgentes en la Iglesia católica […] Reclaman un nuevo inicio. El manifiesto supone el alzamiento más importante contra la cúpula de la Iglesia católica desde 1989, cuando 220 teólogos suscribieron la Declaración de Colonia, crítica con la gestión de Juan Pablo II”.
Y finalicemos con unas declaraciones nada sospechosas de anticristianismo -son del teólogo actual Juan José Tamayo (en uno de aquellos días)-: “Yo creo que el Vaticano como Estado y el autoritarismo papal son dos de los factores que más han contribuido al fracaso del cristianismo en su historia y que más escándalo generan entre los no creyentes, pero también entre no pocos cristianos evangélicos. Además, están en abierta oposición al Evangelio […] al tiempo que alejan, más que acercan, de la fe en Jesús de Nazaret. La desaparición del Vaticano es condición necesaria para la recuperación de la credibilidad de la Iglesia en el mundo actual”.
El domingo, uno de mayo, el nuevo Beato.
Autor: Jaume Barallat
Murió el Diablo
Por Albert - archivo, colaboraciones, ual - 2/May/2011
Murió el Diablo. El Otro. La historia se repite. El Diablo no es sino el Dios de los vencidos, y su demonización no es sino un ardid más de guerra, para aplastarlos culturalmente. Muerto, tras larga agonía, el comunismo soviético, el islamismo encarnado en Bin Laden era el Diablo que justificaba el aplastamiento de los pueblos del Islam. Hoy ha muerto ese Diablo, tras la decadencia de su presunto poder, que revelan las actuales revueltas árabes.
Esperemos que esa muerte física del Diablo Bin Laden propicie también la de otro antiguo Dios que, para no convertirse ya en un vencido Diablo en una civilización más razonable y democrática, utilizó el espantajo Bin Laden. Así pudo recuperar en parte, con Bush, su categoría divina, justificando cruzadas económicas, bendecidas por quien, terminando su ciclo, ha sido consagrado beato “para la eternidad” en el preciso momento en que ha terminado también la carrera de Bin Laden. Descanse, y descansemos, en paz.
Martín Sagrera, religiólogo.
“UTOPIA” por Leo Bassi en Rivas, viernes 29 abril
IV Butifarrada de viernes santo en Reus
Felicitación a la Asociación Civil Ateos Mar del Plata
Correo remitido por la Ual a la Asociación Civil Ateos Mar del Plata
Queridas amigas, queridos amigos:
He leído con alegría el comunicado que sobre la resolución del INADI contra la Universidad del Salvador, por discriminación.
Felicito al Ingeniero Fernando Esteva Lozada por su trabajo y firme objetivo de lucha a favor del reconocimiento del derecho efectivo a la libertad de consciencia y por una sociedad laica.
Con aprecio y cariño desde España, saludos cordiales.
Albert Riba
Presidente de la UAL
Y la respuesta de nuestros amigos y amigas:
Muchisimas gracias, trasmití el saludo a todos los miembros de la asociación.
Un fraternal abrazo,
fernando