Un dios muy particular.


¡Vaya por dios… el dios que cree haber descubierto, entre otros, un catedrático de Física: la “partícula dios”!: “Puesto que el higgs tiene masa, y la masa la crea el propio bosón, el higgs se crea a sí mismo” afirma muy seguro, olvidando que introduce en su argumentación científica un concepto tan teológico como el de creación. Calma. Recordemos que llamamos aún “átomo”, es decir, indivisible, a lo que, para desgracia de Hiroshima, sí pudo dividirse y desintegrarse. Ahora también algunos creen haber llegado a descubrir el indivisible final de la materia. Esto es sólo una hipótesis que, como el nuevo dios que propone, es muy… particular.
La ignorancia lleva a otros a centrar la discusión en el desdichado calificativo de “La partícula Dios”, que fue el truco publicitario de un editor ante el título del libro del Nobel León Lederman, que iba a llamarse “The Goddamn particle”, es decir, subrayando la dificultad de encontrarla y definirla, “¡La partícula que Dios maldiga!”, que en traducción no literal diríamos “¡La partícula endemoniada!”; en francés “Sacrée particule!”. A partir de ahí se profieren solemnes vaciedades, como la de que “ese nombre demuestra que no se puede hablar de nuestros orígenes sin mencionar a Dios” (¡!) otra perla del largo collar del portavoz episcopal y ex jesuita Martínez Camino. Catedráticos u obispos: aún queda mucho camino por recorrer.

Martín Sagrera, religiólogo.

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