DEBATES EN TELEVISIÓN

UAL (Redacción). Hace no demasiados años, el solsticio de invierno, que algunos llaman Navidad, era una época de costumbres monopolizadas por la Iglesia. Era una época en la se exacerbaba el amor cristiano hasta el extremo de organizarse campañas que postulaban la caridad. "Siente un pobre a su mesa", decían. Y toda familia que se preciase salía a la calle a la búsqueda de un pobre que aceptase tan cristiana invitación. Muchos, claro, no aceptaban, pero algunos sí, y la familia que conseguía uno era una familia triunfante.

Una vez en la mesa, el pobre era solícitamente atendido. Todos los miembros de la familia se disputaban el privilegio de mantener contento al pobre y desde el cabeza de familia hasta el más pequeño de los hijos formaban en torno al pobre un círculo de solícitos servidores. Cada vez que el pobre daba un sorbo de vino, cuarenta manos se abalanzaban sobre la botella para tener el privilegio de servir al pobre. Cada vez que el pobre cambiaba de postura, todos se lanzaban a mover la silla del pobre y a preguntarle si estaba más cómodo así. Si el pobre eructaba, todos le reían la gracia. Si el pobre comía deprisa, le decían que hacía bien, que cuanto más comiera, más defensas tendría su cuerpo para hacer frente a la intemperie. Si comía despacio, le decían que no hacía falta que corriese, que disponía de todo el tiempo que necesitase. En fin, que el amor cristiano se disparaba en las familias que habían conseguido un pobre.

Las que no lo habían conseguido, no solo tenían que sufrir tan gran frustración en silencio, sino que tenían que aguantar los comentarios de las familias amigas que sí que habían conseguido sentar un pobre a su mesa.

El día 20 de diciembre, la UAL estuvo presente en dos programas televisivos. Nuestro presidente, Albert Riba, estuvo en BTV, en un debate sobre el tema "¿Nos gusta la Navidad?", junto a Carles Flavià y un cura cuyo nombre lamento no recordar. Las cosas ya no son como eran. El relato anterior retrata el modelo de Navidad que preconizaba el franquismo. Hoy, el modelo de Navidad es el que preconiza el Corte Inglés. Así, mientras antes se incidía en el aspecto religioso-caritativo (ya sé que ahora los católicos dicen que aquello no era cristiano, pero, mal que les pese, lo era), ahora se incide en el aspecto consumista de la fiesta. En cualquier caso, la Iglesia ha perdido su tradicional protagonismo.

Digo todo esto porque el debate transcurrió con modales versallescos hasta que Albert hizo alusión a las navidades franquistas. Digo alusión -y solo alusión-, porque no habló para nada de todo lo que este redactor ha expuesto al principio del artículo. Pues bien, nombrar a Franco fue nombrar la bicha. El cura, naturalmente, protestó. Y Carles Flavià, menos naturalmente, también. ¿Le quedará algún resabio de su época clerical?

La Iglesia lo tiene mal. No le gustan sus proclamas navideñas del pasado y le molesta que se las recuerden. Y le molestan las actuales proclamas consumistas porque le quitan protagonismo. Difícil papeleta.

Por la tarde, la emisora de televisión Cadena Catalana ofreció otro debate en el que participó José Mª Martí, socio de la UAL. El director y presentador del programa es un sacerdote franciscano. Un cura tan "progre", que para debatir sobre el tema "¿Hay vida después de la muerte?" invitó a un parapsicólogo, a un ateo y a una profesora de religión.

El debate también transcurrió por cauces respetuosos. Cada uno dijo lo que quiso y no hubo ningún problema. La profesora de religión no aseguraba nada, decía "yo creo que..." y el parasicólogo era sobre todo un investigador que tampoco afirmaba nada, sino que se limitaba a hablar de resultados obtenidos experimentalmente. José Mª Martí, como es natural, no creía en estas cosas y recalcó que nadie podía asegurar nada...

Hasta que llamó un espectador. Y este no dijo que "creía que...", sino que afirmó rotundamente que sí, que existía vida después de la muerte, como lo probaba la resurrección de Jesucristo, que está sentado a la diestra de Dios Padre. Y claro, al socio de la UAL, sorprendido ante tal afirmación y el cúmulo de detalles ofrecido por el amable telespectador, le entró la curiosidad y se le ocurrió preguntarle si, ya que sabía tanto, podía aclararle si el sofá donde estaba sentado Jesucristo a la diestra del Padre era de Ikea. El telespectador se ofendió mucho y el moderador pidió respeto a las creencias ajenas.

Se notó que el moderador era cura, por muy progre que fuese. ¿Por qué no pidió respeto para las ideas del ateo al telespectador que hizo afirmaciones tan gratuitas? Es un misterio.