Conferencia: "ENSEÑANZA DE LA RELIGIÓN Y LIBREPENSAMIENTO"

(UAL. Redacción). El vicepresidente de Europa Laica y ex diputado Francisco Delgado, pronunció la conferencia sobre el tema "Enseñanza de la religión y librepensamiento". El orador, como era de esperar dada su trayectoria personal, estuvo brillante, pero, después de cavilar bastante sobre el acto, me voy a permitir elaborar esta crónica con una cierta dosis de ironía, porque, de no ser así, la situación es tan lamentable que provoca el desánimo.

Tan es así, que el propio conferenciante lo reconoció en sus palabras iniciales. Reconoció, como no podía ser menos, que en la cuestión que nos ocupa, es decir, la enseñanza de la religión, estamos peor que en los años de la transición. La injerencia clerical en materia educativa es constante y progresiva. La Iglesia ha conseguido vaciar de contenido el concepto de "aconfesionalidad" que se plasmó en la Constitución. Esto, que todos lo sabíamos, dicho por una de las personas que estuvieron muy próximas a los redactores, es decepcionante. El propio Francisco Delgado nos confesó que la ofensiva clerical de estos últimos días le había obligado a cambiar su parlamento, de modo que de poco le sirvieron los papeles que había preparado y tuvo que improvisar otros sobre la marcha.

A lo largo del discurso fue desgranando los principales problemas -docentes y no docentes- provocados por el empeño eclesiástico en su adoctrinamiento y la dejación de obligaciones que los diferentes gobiernos han hecho frente a las embestidas episcopales en este sentido. Francisco Delgado tuvo la elegancia de no ceder ante lo que era evidente que le pedía el cuerpo y utilizó términos muy respetuosos y moderados. Ilustró sus planteamientos con ejemplos significativos de actuaciones en distintos centros: en Valladolid está pendiente de sentencia la denuncia de un grupo de padres de alumnos que pidieron la retirada de los símbolos religiosos de las aulas y en Albacete, en concreto en el Instituto Cervantes, se ha dado la paradoja de que se ha pasado de la práctica inexistencia de solicitudes de asistencia a las clases de religión, a una petición mayoritaria, que se ha producido "casualmente" con el cambio de director.

Los problemas que crea la inclusión de la asignatura de religión son de toda índole. ¿Qué se hace con los alumnos que no quieren esa clase? Porque los obispos pretenden que se les asigne otra asignatura para que no puedan jugar mientras otros están en clase, pero esa asignatura tiene que ser "tonta", es decir, ineficaz, para que sus catecúmentos no estén en inferioridad de condiciones. A este respecto, el conferenciante nos desveló que un magistrado le había comentado que las diferentes sentencias dictadas por los tribunales "ponian a huevo" al gobierno de turno legislar claramente sobre el tema. Lástima que los gobiernos pasen y que "el huevo" continúe virgen.

¿Y los profesores de religión? Los sindicatos "de clase" han acogido favorablemente su lucha para que se les equipare al resto del profesorado. Pero es que no son profesores como los normales, que han tenido que superar una dura oposición para conseguir ser enseñantes. Los adocrinadores religiosos son "profesores" por capricho digital del obispo de turno, que los nombra y los despide sin responder ante nadie, excepto ante Dios y ante la Historia), pero que es el gobierno quien debe pagar las indemnizaciones por despido improcedente. Pues estos señores profesores han decidido luchar por sus "derechos laborales" y los sindicatos los respaldan.

Se habló también de la financiación de la Iglesia, asunto este muy relacionado con el tema de la conferencia, puesto que la enseñanza de la religión nos cuesta una pasta. El coloquio final dejó claro que mucha gente ignora que lo del IRPF es el chocolate del loro, que la Iglesia nos cuesta cada año miles de millones de euros y que lo de la autofinanción es pura filfa. En primer lugar porque resulta un sarcasmo llamar "autofinanciación" a una empresa cuyos gastos corren a cuenta del Estado y, en segundo lugar, porque los muy ladinos se callan lo que paga el Estado para la restauración de su patrimonio, el sueldo de sus catequistas, la organización religiosa castrente, la financiación de sus hospitales, la pasta gansa que reciben las diferentes ONG de filiación católica, lo que deja el Estado de recaudar por desgravaciones fiscales, etc. y cuya contabilidad desconocemos.

La base argumentativa episcopal para defender todas estas aberraciones son los acuerdos firmados con la Santa Sede en 1976 y 1979. Denunciar estos acuerdos significaría retirar a los obispos la única defensa de esta situación, pero, al parecer, partidos comprometidos con ello "ni están, ni se les espera" (como dijo un capitán de la Guardia Civil el 23-F de 1981). ¿Hay motivos o no para que cunda el desánimo?

Para terminar, queremos agradecer la brillantísima exposición del Sr. Delgado. Esperamos que, a pesar de los pesares, su lucha no decaiga.

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